El Cementerio de las Palabras

Hoy de nuevo cerraremos los ojos esperando con devoción una nueva noche ártica y del negro más puro -no como el de la oscuridad sino como el del ébano-. Así nuestros pulmones se anegan en un sueño, que envenena y que sana. Sueños de noches árticas, que envenenan y que sanan. (Cierra los ojos. Escucha en la oscuridad como resuenan las cajas de música. Inténtalas parar.) Nacho Vegas

miércoles, agosto 30, 2006

Tu Vida en 65'


Hoy he ido a ver, como no, una película en versión original y como es normal en mi me ha costado unos 5 minutos pillarle el tranquillo. Lo curioso del tema es que esta película no tenía subtítulos, ya que su versión era en catalán. Vale, será que no veo la tele en catalán para que me cueste pillarlo, ¿no?, pero lo que pasa es que este idioma lo encuentro tan serio y soso para la comedia que se me ha hecho difícil acostumbrarme a él. Bueno, es mi opinión y realmente el problema lo tengo yo, pero bueno…
La película definitivamente me ha gustado, aunque no ha sido difícil su digestión. Quizás es porque esperaba más de ella, pero yo creo que verdaderamente era porque la sinopsis previa me ha despistado y no me he metido en el guión hasta bien entrado el film.
En efecto y tal como comentan en la crítica, es una comedia que habla sobre la vida, la amistad, los recuerdos, el amor y sobre todo la muerte. Pero yo añadiría algo más: habla sobre las lavadoras y los momentos de intimidad.
Es una película muy simple pero no por ello escasa de medios, aunque hay ciertos diálogos que los encuentro un poco tontos. Si mis amigos y yo nos pusiéramos en una situación determinada seguramente acabaríamos hablando con más profundidad de según que cosas, pero quizás ese es problema, que vemos demasiado mas allá de la superficie y a veces eso no es necesario. Puede que hagan falta más momentos tontos en nuestras vidas para liberar las tensiones que se cuecen dentro de una amistad. Pero la sencillez de los diálogos aun así no deja que se pierdan entre medio partes importantes y trascendentales para comprender el porqué de la película.
Muchas veces uno tiende a sentirse identificado con algún personaje. Este no ha sido el caso, aunque siguiendo con el tema de los diálogos, algunos en concreto sí me han hecho pensar en alguna situación particular. –Me gustaría remarcar que me baso bastante en el estudio de este metraje en los diálogos, porque realmente son la gran fuerza de ésta, junto con la naturalidad en la interpretación de los personajes-. Situación por ejemplo, como cuando hablan sobre el suicidio o la muerte de un ser querido pero intentando no darle esa importancia prohibida que nos ha inculcado esta sociedad, sino como lo mas normal de las cosas. A mi me gusta hablar sobre la muerte con naturalidad y no será la primera vez que con quien hablo se eche las manos a la cabeza al escuchar esa palabra maldita de mi boca y tal como la meto en el contexto. Es algo que estuvo, está y estará siempre presente entre nosotros, queramos o no. ¿Porqué ocultarlo? El nacimiento y la muerte es algo que ineludiblemente le pasa a uno, y siempre por este orden. ¿Porqué no hablar de la muerte con esa facilidad con que lo hacemos del nacimiento y la vida? ¿Por qué no poder hablar de alguien muy cercano a ti que ha muerto sin que piensen que tienes mal gusto y te hagan callar? Hay mucho miedo y mucha frustración. Y más que miedo a la muerte, creo que hay miedo hacia la vida. A darse cuenta de que llevas una vida de mierda y lo rápido que se aproxima la muerte sin darte más tiempo a rectificar. Bueno, este tema tiene suficiente miga como para exponer una reflexión sólo para él, así que en otra ocasión.
El final me ha gustado especialmente. Son de esos finales que no te lo esperas. De hecho creí que se me estaba haciendo largo porque pensé varias veces que yo lo hubiese acabado en ese momento preciso. Pero, al final me he dado cuenta que todo estaba correcto. Es de esos finales en los que acabas saliendo del cine sin saber que ha pasado realmente, con cierta sensación de tristeza, de melancolía, pero en el que has visto que ha habido un verdadero propósito de felicidad y de vida del que has sido contagiado sin darte cuenta.
Y como punto final, ese guiño hacia mi barrio con las escenas del parque…




Abro con esta entrada, una serie dedicada a los momentos mágicos que vivo en el cine. Sobre esas películas que me dan que pensar, que me traen recuerdos, que me hacen llorar o reír. Esas películas que las vivo no solamente mientras las estoy viendo en la gran pantalla, sino que empiezo a saborearlas justo en el momento en que han acabado y salgo por la calle, reflexionando sobre lo que han significado para mí, mientras intento ver la vida desde otro punto de vista.

Etiquetas:

domingo, agosto 27, 2006

El Teléfono

Me despierto de repente. Siempre me pasa lo mismo. Es como si un sentido especial me previniese de algo, para que me cogiera preparado. Entonces oigo un ruido seco, en el silencio de la oscuridad. Me levanto de la cama y me dirijo al comedor, aunque la verdad es que no sé identificar de donde proviene el ruido. Allí me doy cuenta de que el teléfono está descolgado, el auricular se apoya en el suelo y al agacharme para recogerlo oigo como se pierde en la atmósfera cargada de incertidumbre, el sonido automático de la voz femenina del contestador. Lo cuelgo en su sitio y me pregunto porque se habrá caído a las 3 de la madrugada. Es en ese momento cuando me entra como un infundado pánico sudoroso y pienso aterrado que cuando me gire en redondo para volver a la cama me toparé de bruces con alguien o algo. Aún así me doy la vuelta y obviamente no sucede nada. Regreso a la habitación apresuradamente avergonzado. Sigo ignorando el motivo por el que se cayó el auricular y me doy cuenta de que tengo sed, aunque lo cierto es no me apetece mucho levantarme después de la sensación vivida anteriormente. –Me duermo-.
Me despierto con la garganta seca. Deben de haber pasado unas 3 horas, por lo menos, porque se ve clarear dentro de casa. Me giro y le digo a M., que está despierta, que si hace el favor de ir a buscarme un vaso de agua. Refunfuña entre dientes por la cara dura que tengo pero se levanta. La sigo con la mirada como se adentra en el comedor y es entonces cuando veo la imagen. Hay dos tipos muy raros, vestidos al estilo sesentero –traje de pana, pantalón acampanado, chaleco de lana, todo muy casposo- que parece que están charlando de algo muy animadamente. Pero lo más curioso –y cómico- es que en la cabeza llevan un enorme cucurucho azul oscuro tachonado de estrellas plateadas muy mal cortadas. Es todo extremadamente surrealista y acojonante porque M. los traspasa andando sin ella darse cuenta de nada ni los tipos raros se inmuten siquiera. Me levanto alucinado dispuesto a averiguar que diablos está pasando cuando al situarme en el marco de la puerta de la habitación, al fondo del pasillo veo a los dos tíos de antes, junto a otros dos más con el mismo estilo cutre y un quinto personaje, más bajito, con el pelo largo y cano, y una mirada turbadora. Se me quedan observando perplejos y entiendo que es porque acaban de darse cuenta de que yo los puedo ver. Entonces se dirigen hacia mí muy decididos y yo me quedo paralizado, esperándolos. Todo ocurre muy deprisa y cuando ya están encima mío desaparecen atravesandome. Detrás no hay nadie, delante tampoco. Voy descolocadísimo a la cocina y allí está M. preparando el desayuno como si nada. Le comienzo a contar la disparatada historia, desde el comienzo con el teléfono, muy alterado y ella me escucha alucinada.
Me despierto. Estoy en la cama y recuerdo todo lo que ha pasado. No me quiero ni mover. Miro el reloj y marca las 4, más o menos. Sigo teniendo sed y en un alarde de valentía levanto la cabeza e intento vislumbrar algo entre las penumbras del comedor. No se ve a nadie –por supuesto-. Me tumbo de nuevo y comienzo a barajar la idea de si levantarme o no. –Me duermo-.
Ya es de día y me levanto a preparar el desayuno, pensando en lo sucedido anoche, todo está muy confuso en mi mente. Me paro delante del teléfono y me pregunto si realmente se cayó el auricular al suelo. Entonces caigo en el detalle de que hay un libro medio abierto en la mesita, caído. Recuerdo haberlo dejado anoche en una posición de eterno equilibrio encima del equipo de música. Debió haberse caído por la noche y golpear el teléfono.

Después de todo, siempre hay una explicación para las cosas raras ¿no?

Etiquetas:

jueves, agosto 24, 2006

Vacío

Voy por el segundo día de trabajo, tras mis vacaciones. Conduzco por la Gran Vía, está prácticamente vacía, todo el mundo está fuera. Y me embarga una extraña tristeza, me da la impresión de que el verano ya ha terminado. Incluso noto cierto fresquito para ir solamente con una camiseta sobre la moto. Me imagino la gran avenida atestada de coches, ruido, colapsada y el frío del invierno cortándome con sus cuchillas invisibles en la cara, aunque me encuentro sólo cruzando este semáforo. Todavía queda más de un mes de buen tiempo, de lo que podríamos denominar “verano”, pero no sé, tengo como un vacío en mi interior.
Llevo todo el año esperando con ansias poder marcharme de vacaciones, romper un poco con la rutina semanal y ahora que he vuelto parece que todo haya terminado demasiado deprisa. Quizás se deba a una sensación de incompleto disfrute de este viaje estival: mucho tiempo perdido por casa, deambulando sin provecho de un lado a otro del pueblo, todo unido a una meteorología que nos ha sido desfavorable casi hasta el final y a una nula independencia por no poder llevar mi propio vehículo, que no me ha permitido poder disfrutar de las vacaciones tal y como yo deseaba, -aunque de todas formas me lo he pasado bastante bien y me ha dejado una puerta abierta para un próximo viaje-.
Pero lo que siento ahora no creo que esté directamente relacionado con este hecho. Más bien lo enfocaría en otra dirección, en la sensación producida cuando acabo de leer un buen libro o una película que me ha gustado lo suficiente para engancharme, queriendo más, viviendo el momento y de repente se acaba todo. Ya está, y el final ha sido bueno –o al menos interesante-, pero desearía no haber llegado nunca hasta allí y haber continuado perdiéndome en su historia, su desarrollo, inflando mi imaginación, mi fantasía, mi placer. Y entonces me queda un sabor de boca agridulce, de felicidad y pena, porque he disfrutado pero aunque tenga la oportunidad de releerlo o verla de nuevo, sé que nunca será igual que la primera vez.
Dentro de poco dejaré de oír el grito de las golondrinas surcando el aire y todo volverá a ser un poco más gris y los días desaparecerán por el horizonte, sin darme cuenta, pensando en un próximo verano.


Etiquetas: