El Cementerio de las Palabras

Hoy de nuevo cerraremos los ojos esperando con devoción una nueva noche ártica y del negro más puro -no como el de la oscuridad sino como el del ébano-. Así nuestros pulmones se anegan en un sueño, que envenena y que sana. Sueños de noches árticas, que envenenan y que sanan. (Cierra los ojos. Escucha en la oscuridad como resuenan las cajas de música. Inténtalas parar.) Nacho Vegas

domingo, agosto 27, 2006

El Teléfono

Me despierto de repente. Siempre me pasa lo mismo. Es como si un sentido especial me previniese de algo, para que me cogiera preparado. Entonces oigo un ruido seco, en el silencio de la oscuridad. Me levanto de la cama y me dirijo al comedor, aunque la verdad es que no sé identificar de donde proviene el ruido. Allí me doy cuenta de que el teléfono está descolgado, el auricular se apoya en el suelo y al agacharme para recogerlo oigo como se pierde en la atmósfera cargada de incertidumbre, el sonido automático de la voz femenina del contestador. Lo cuelgo en su sitio y me pregunto porque se habrá caído a las 3 de la madrugada. Es en ese momento cuando me entra como un infundado pánico sudoroso y pienso aterrado que cuando me gire en redondo para volver a la cama me toparé de bruces con alguien o algo. Aún así me doy la vuelta y obviamente no sucede nada. Regreso a la habitación apresuradamente avergonzado. Sigo ignorando el motivo por el que se cayó el auricular y me doy cuenta de que tengo sed, aunque lo cierto es no me apetece mucho levantarme después de la sensación vivida anteriormente. –Me duermo-.
Me despierto con la garganta seca. Deben de haber pasado unas 3 horas, por lo menos, porque se ve clarear dentro de casa. Me giro y le digo a M., que está despierta, que si hace el favor de ir a buscarme un vaso de agua. Refunfuña entre dientes por la cara dura que tengo pero se levanta. La sigo con la mirada como se adentra en el comedor y es entonces cuando veo la imagen. Hay dos tipos muy raros, vestidos al estilo sesentero –traje de pana, pantalón acampanado, chaleco de lana, todo muy casposo- que parece que están charlando de algo muy animadamente. Pero lo más curioso –y cómico- es que en la cabeza llevan un enorme cucurucho azul oscuro tachonado de estrellas plateadas muy mal cortadas. Es todo extremadamente surrealista y acojonante porque M. los traspasa andando sin ella darse cuenta de nada ni los tipos raros se inmuten siquiera. Me levanto alucinado dispuesto a averiguar que diablos está pasando cuando al situarme en el marco de la puerta de la habitación, al fondo del pasillo veo a los dos tíos de antes, junto a otros dos más con el mismo estilo cutre y un quinto personaje, más bajito, con el pelo largo y cano, y una mirada turbadora. Se me quedan observando perplejos y entiendo que es porque acaban de darse cuenta de que yo los puedo ver. Entonces se dirigen hacia mí muy decididos y yo me quedo paralizado, esperándolos. Todo ocurre muy deprisa y cuando ya están encima mío desaparecen atravesandome. Detrás no hay nadie, delante tampoco. Voy descolocadísimo a la cocina y allí está M. preparando el desayuno como si nada. Le comienzo a contar la disparatada historia, desde el comienzo con el teléfono, muy alterado y ella me escucha alucinada.
Me despierto. Estoy en la cama y recuerdo todo lo que ha pasado. No me quiero ni mover. Miro el reloj y marca las 4, más o menos. Sigo teniendo sed y en un alarde de valentía levanto la cabeza e intento vislumbrar algo entre las penumbras del comedor. No se ve a nadie –por supuesto-. Me tumbo de nuevo y comienzo a barajar la idea de si levantarme o no. –Me duermo-.
Ya es de día y me levanto a preparar el desayuno, pensando en lo sucedido anoche, todo está muy confuso en mi mente. Me paro delante del teléfono y me pregunto si realmente se cayó el auricular al suelo. Entonces caigo en el detalle de que hay un libro medio abierto en la mesita, caído. Recuerdo haberlo dejado anoche en una posición de eterno equilibrio encima del equipo de música. Debió haberse caído por la noche y golpear el teléfono.

Después de todo, siempre hay una explicación para las cosas raras ¿no?

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