La Salida. Crónicas de Luna Llena.
Sabes que él se perdió.
Él solía quedarse despierto, expectante, antes de que saliera el sol, esperando una señal, una voz, durante toda la noche.
Para poder avivar sus sueños, él quería creer en las manos del amor.
Un lobo aullaba en la más absoluta lejanía de su corazón, entre los árboles de un bosque de lamentos.
Él sentía la cabeza pesada, caminando por la desértica tierra, que esterilizaba su vida, pero seguía, y seguía a pesar del frío; y pasaba y pasaba el tiempo,... y no llegaba al horizonte.
Él intentaba salir de los recuerdos del pasado, implorando a las manos del amor, para que le devolviese su fuerza.
El lobo dejó de aullar y desapareció, como un corazón roto por desgaste del tiempo, como polvo en el viento, que enfriaba sus huesos. Él dejó de creer en las manos del amor.
Él se hundió en lo más profundo del negro, en lo más profundo del blanco.
De cansancio cedió y se sentó.
Mientras observaba las estrellas brillar como clavos en la noche, unas gotas de fina humedad caían en su rostro, como caricias de un ángel que le observaba durante toda la noche.
Sentía la cura, sí que la sentía, al menos por esa noche, y era todo para él. Como esas estrellas brillantes, su rostro brilló, de arriba a abajo. Él quería creer en las manos del amor.
Con las manos en los bolsillos, guardó las garras de fuego que le protegían, y pudo sentir su corazón latiendo, latiendo, fuerte,... y sentía el calor de los primeros rayos del amanecer. Ahora él podía descansar...un día más.
Él vio que las manos que construyen también pueden demoler; son las manos del amor.
Se levantó y se marchó.
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