El Cementerio de las Palabras

Hoy de nuevo cerraremos los ojos esperando con devoción una nueva noche ártica y del negro más puro -no como el de la oscuridad sino como el del ébano-. Así nuestros pulmones se anegan en un sueño, que envenena y que sana. Sueños de noches árticas, que envenenan y que sanan. (Cierra los ojos. Escucha en la oscuridad como resuenan las cajas de música. Inténtalas parar.) Nacho Vegas

miércoles, abril 22, 2009

Historias del cementerio de las palabras.

Hace mucho, mucho tiempo,.....
en un distante y olvidado Reino, había un jóven Príncipe que no quería ser Rey.
Él solo anhelaba encontrar "la belleza". Continuando los pasos de sus antecesores percibía que no la encontraría, así que decidió salir en búsqueda de su sueño
.

Su gente más allegada bien le sugerían que, abandonando el Reino no podría ser Rey. Su deber era el de regir y gobernar sobre su pueblo.
Pero el jóven e inexperto Príncipe, al menos sabía que, para hallar su propósito, precisaba viajar, ver mundo y esperar que la inspiración divina le mostrase la belleza.
Aferró sus bártulos a la espalda y con la compañia de sus más fieles amigos y caballeros decidió emprender la aventura.

Pasaban las jornadas, unas buenas y otras malas, y seguía sin tropezarse con su sueño.
Durante una inesperada, ajetreada y distraída noche de vinos y charlas, rodeado de sus amigos, se le apareció la "Inspiración", "La Musa" para su creación.



Una explosión de creatividad y de iluminación literaria provocaron en el bisoño Príncipe, un alarde de relatos, de histórias legendarias, de narraciones, nunca antes imaginadas por él y que se le empezaron a mostrar en formar de papel y pluma.
La noche murió con el alba, pero él seguía sin poder dormir, debía relumbrar sus pasadas escrituras y aprovechar el instante de glória.


Pero el Príncipe no demoró en percatarse que, esa inspiración, sólo se le aparecía entre los ocasos y los crepúsculos.
Reclamó a los dioses la bendición de tener esa inspiración eternamente a su lado, en su compañía, noches y días.
Pero los Dioses no le concedieron tal dicha.
Aún así continuó escribiendo, y continuó escribiendo, cuando se lo permitían, claro.

Pasaron los días, semanas y meses,.. y con el devenir del tiempo, acontecían y acometían fenómenos perturbadores y extraños por su mente, que le provocaban una leve demencia, un desequilibrio controlado, ... y seguía escribiendo y seguía.
Encontró la ansiada belleza, en cada texto, en cada línea que componía, pero su cerebro arribó al momento de situarse entre el tormento y el éxtasi, entre el desvarío tempestuoso y la creatividad, la ilusión, la fé, la desesperación.

En la aurora de un día triste y lluvioso, en el que apenas se distinguía entre la oscuridad y la luminosidad, la inspiración y consigo la iluminación y la musa, desaparacieron de su vida,...para siempre jamás.

- Todo perece de la misma forma que germina. Le expuso un fiel amigo.


Pasó noches y noches en vela, orillado por compañeros de aventuras,... y su mano no se movía, su papel estaba en blanco y su pluma seca. Parecía que se moría. Hasta ahí no llegaría.
Así que la misma fé que un día le hizo partir de su reino, le alzo a lomos de su caballo y siempre, buenamente, acompañado de sus leales amigos, volvió a tomar la senda de la aventura.
Buscó y buscó en el mar, en el bosque, en el desierto, en la nieve,..debajo de las piedras, en el cielo, en el infierno, en los abismos,...pero no se topaba con su anhelada búsqueda de la belleza.


Entonces el jóven Príncipe, tras proceder a entender aquellas sabias palabras de experimentados y viejos sabios, que le susurraban en el recuerdo (-En la paz, en la serenidad, también puedes hallar la belleza), decidió retomar rumbo y regrersar a casa, reemprendiendo así, el camino hacia su trono.

Una veraniega noche, de un septiembre de calor, en medio de la oscuridad de su alma, se le aparecieron dos ojos verdes, que le miraron fijamente, tan fijamente, que
iluminaron su Reino. Esa noche no durmío, una sonrisa hizo mueca en su rostro, y en esos ojos palpó la belleza, la belleza de sentirse en paz, de encontrar paz,...

El resto, ya no es historia.