El Unicornio
Salgo de las sombras y me encuentro en una pequeña avenida con circulación en los dos sentidos. El día es soleado y hay gente por la calle. Cruzo la calle casi sin mirar el tráfico pues tengo la mirada fijada en mi objetivo, en la misión que he de cumplir: descubrir el secreto de los unicornios. Mis ojos siguen a un curioso personaje: es un tipo de color, de complexión atlética, vestido con una camiseta blanca de manga corta, un pantalón de chándal y lo más peculiar, lleva unas chanclas típicas de piscina como calzado y unos calcetines blancos. ¡Vaya pinta!
Se supone que he de seguirlo para que me desvele el misterio. Lo hago a cierta distancia y observo que en la mano izquierda lleva algo envuelto en una bolsa de plástico. De repente se mete en un local de la avenida que tiene la persiana algo bajada, lo suficiente para tener que agacharse al entrar. Espero unos instantes y no me lo pienso dos veces, entro.
Al principio no distingo absolutamente nada, pequeñas sombras imposibles de describir por culpa de la penumbra reinante y el contraste con la luminosidad exterior a la que estaban acostumbrados mis ojos. Me escabullo hacia una pared y espero a que mis ojos se adapten al interior. Poco a poco, gracias a la luz que desprenden unos pobres fluorescentes, consigo adivinar que me encuentro en un taller mecánico o algo parecido. Oigo voces de una conversación que no consigo descifrar tras un gran biombo de madera. Me dirijo hacia allí y oculto tras él, me asomo precavidamente.
Por fin puedo ver al tipo de color que estaba siguiendo anteriormente y está hablando con alguien a quien no veo todavía. La bolsa que llevaba en la mano, ahora esta encima de un enorme yunque, de esos que se utilizan el las herrerías, y por lo que voy viendo, este taller es a lo que más se parece. Entonces abre la bolsa y saca de ella un trozo de metal que coge con unas tenazas, lo apoya en el yunque, con la otra mano coge un martillo y comienza a golpearlo.
En ese momento aparece la otra voz que se oía de fondo. Es otro tipo de color, más mayor, más bajo y con menos forma física. Viste un mono de trabajo azul. Levanta una mano y hace que el primer personaje pare de golpear. Se acerca, le coge la cara y se dispone a darle un apasionado beso en la boca. En estos momentos, lógicamente, estoy totalmente confuso y siento cierto reparo en presenciar esta escena. Paso a una situación bastante violenta y lo único que deseo es marcharme de allí, como si estuviera profanando la intimidad de estas dos personas. El objetivo de mis investigaciones a perdido significado, y es en ese momento, cuando me disponía a marchar, cuando el personaje más mayor gira su cuerpo sin dejar de besar al otro, se pone de cara a mi y abre los ojos muy lentamente. Pero sus ojos no son ojos, sino dos puntos de luz roja que no tienen fondo, con una intensidad como la del mismísimo fuego del infierno y del centro de su frente surge un cuerno rojo, increíblemente parecido al de los unicornios. Y yo sé que me ha descubierto de mi escondite y me está mirando precisamente a mí, cuando separa sus labios del eterno beso y me concede una sonrisa que implica un basto conocimiento sobre el mundo del que yo no oso siquiera acercarme.
Me marcho de allí completamente turbado por la escena y cuando me hallo en la calle, con su claridad y su gente corriendo de arriba abajo es cuando siento que mi corazón se llena de esperanza y comprendo que mis pesquisas han dado su fruto. Y me siento privilegiado porque se me ha concedido un grado iniciatico de conocimiento arcano. Por fin empiezo a comprender la relación que hay entre la mágica alquimia de los metales y la fantástica mitología del universo de los unicornios.
Se supone que he de seguirlo para que me desvele el misterio. Lo hago a cierta distancia y observo que en la mano izquierda lleva algo envuelto en una bolsa de plástico. De repente se mete en un local de la avenida que tiene la persiana algo bajada, lo suficiente para tener que agacharse al entrar. Espero unos instantes y no me lo pienso dos veces, entro.
Al principio no distingo absolutamente nada, pequeñas sombras imposibles de describir por culpa de la penumbra reinante y el contraste con la luminosidad exterior a la que estaban acostumbrados mis ojos. Me escabullo hacia una pared y espero a que mis ojos se adapten al interior. Poco a poco, gracias a la luz que desprenden unos pobres fluorescentes, consigo adivinar que me encuentro en un taller mecánico o algo parecido. Oigo voces de una conversación que no consigo descifrar tras un gran biombo de madera. Me dirijo hacia allí y oculto tras él, me asomo precavidamente.
Por fin puedo ver al tipo de color que estaba siguiendo anteriormente y está hablando con alguien a quien no veo todavía. La bolsa que llevaba en la mano, ahora esta encima de un enorme yunque, de esos que se utilizan el las herrerías, y por lo que voy viendo, este taller es a lo que más se parece. Entonces abre la bolsa y saca de ella un trozo de metal que coge con unas tenazas, lo apoya en el yunque, con la otra mano coge un martillo y comienza a golpearlo.
En ese momento aparece la otra voz que se oía de fondo. Es otro tipo de color, más mayor, más bajo y con menos forma física. Viste un mono de trabajo azul. Levanta una mano y hace que el primer personaje pare de golpear. Se acerca, le coge la cara y se dispone a darle un apasionado beso en la boca. En estos momentos, lógicamente, estoy totalmente confuso y siento cierto reparo en presenciar esta escena. Paso a una situación bastante violenta y lo único que deseo es marcharme de allí, como si estuviera profanando la intimidad de estas dos personas. El objetivo de mis investigaciones a perdido significado, y es en ese momento, cuando me disponía a marchar, cuando el personaje más mayor gira su cuerpo sin dejar de besar al otro, se pone de cara a mi y abre los ojos muy lentamente. Pero sus ojos no son ojos, sino dos puntos de luz roja que no tienen fondo, con una intensidad como la del mismísimo fuego del infierno y del centro de su frente surge un cuerno rojo, increíblemente parecido al de los unicornios. Y yo sé que me ha descubierto de mi escondite y me está mirando precisamente a mí, cuando separa sus labios del eterno beso y me concede una sonrisa que implica un basto conocimiento sobre el mundo del que yo no oso siquiera acercarme.
Me marcho de allí completamente turbado por la escena y cuando me hallo en la calle, con su claridad y su gente corriendo de arriba abajo es cuando siento que mi corazón se llena de esperanza y comprendo que mis pesquisas han dado su fruto. Y me siento privilegiado porque se me ha concedido un grado iniciatico de conocimiento arcano. Por fin empiezo a comprender la relación que hay entre la mágica alquimia de los metales y la fantástica mitología del universo de los unicornios.
Etiquetas: Sueño nº13