El Cementerio de las Palabras

Hoy de nuevo cerraremos los ojos esperando con devoción una nueva noche ártica y del negro más puro -no como el de la oscuridad sino como el del ébano-. Así nuestros pulmones se anegan en un sueño, que envenena y que sana. Sueños de noches árticas, que envenenan y que sanan. (Cierra los ojos. Escucha en la oscuridad como resuenan las cajas de música. Inténtalas parar.) Nacho Vegas

jueves, febrero 21, 2008

Caldo de Pollo

A veces Mónica trae comida de casa de sus padres. Hace poco trajo una fiambrera con cocido de pollo –o algo así- y la metió en la nevera para que lo comiéramos un día de estos. Pero como siempre pasa con este tipo de comidas y más tratándose de ella, es que se echan a perder. Entre que se le olvida que está en el frigorífico y a mi, que la verdad es que el pollo no me fascina mucho y menos en caldo, sumándole que además lo ha hecho una buena señora que yo no conozco mucho -aunque sea mi suegra- pero que no cocina como mi madre (y mi madre tampoco es que sea la rehostia como cocinera, ¡eh!). Entonces estamos en que el otro día se le ocurre calentarlo en una olla y mientras se va cociendo me dice: -Oye, a ver si hueles esto porque me parece que no está muy bien. Yo que lo huelo con cara de asco, y aunque hubiese estado bueno de veras, pero ya venía predispuesto a hacerle ascos. La cuestión es que no olía lo que se dice muy bien, aunque todavía no tenía gusanos, ni moho, ni estaba podrido, pero no tenía buen aspecto. ¡Joder, creo que llevaba más de 1 semana allí dentro! Al final, los escrúpulos vencieron y no se lo comió. Pero la olla se tiró como 2 días encima del mármol esperando que alguno de nosotros se decidiera a tirarlo a la basura. Parece que nos diera miedo o quizás pena, cuando nos miraba con esos ojitos, porque a estas alturas creo que ya estaba empezando a generar ojos y se movía. Mónica me dijo que ya lo tiraría ella a la basura (seguramente se sentía responsable por el feo que le hacía a su madre). Y en efecto lo tiró, pero la olla se quedó otro día más por fregar –no sé porque oscuro motivo nos oponíamos a hacerlo-, y los efluvios tóxicos se movían libremente por la cocina. Finalmente, como el que no quiere la cosa, hoy me ha tocado fregar la olla con los putos restos del cocido de pollo. Y a mí que no me gusta el pollo y menos en caldo…

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4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Te entiendo perfectamente!
Hace mas de 10 dias que tenemos una fiambrera con escalivada que hace mi madre. La pobre mujer lo hace con toda la buena fe del mundo (es decir, prepara dos toneladas de comida para que nos podamos llevar nosotros), pero es que se nos olvida que está alli porque el dia que nos lo da ya hemos comido en su casa, o sea que pasa un tiempo hasta que te vuelve a apetecer!!

En fin, seguramente este finde me tocará a mi tirar la escalivada y limpiar el tupper. Y cuando se lo devolvamos... nos lo volverá a llenar!!

Cosas de madres!

12:23 a. m.  
Blogger Señor Litros said...

Bueno, tienes la opción de llevarla este domingo a la comida que montais. Si no nos lo colocas, lo puedes dejar de abono para algún árbol, jeje.

5:20 p. m.  
Blogger Unknown said...

Curiosa historia! Pensasba que acabaría de manera más escabrosa. El guarro de Tati consiguió que salieran gusanitos de un plato de macarrones que no fregó en tres semanas, lo cual me la hubiese sudado o incluso me hubiera hecho gracia, de no ser por que compartiamos piso en amp brava. Vaya cerdo!

12:10 a. m.  
Blogger Hades said...

Pues a mí lo que realmente me hubiese hecho gracia es que los pequeños gusanos se le hubiesen comido la lengua en un pequeño descuido de una de esas noches de pedos que pillabais por esos andurriales, para no tener que escuchar nunca más sus fantasmadas en los escasos pero intensos momentos de mi vida en los que me he cruzado con este personajillo de tres al cuarto... Toma despachada, jaaa!

5:34 p. m.  

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