El Principio
La fosa común de mi corazón se llena de cadáveres, a veces mutilaciones, que han danzado en mi mente hasta que el último hálito de vida que emanaban de su ser fue arrebatado por el Dios de la memoria y el inexorable paso del Tiempo. Ellas se amontonan allí, mirandome con ojos inexpresivos de olvido hasta que son sepultadas por otra tanda de frios cuerpos, sin sentido.
No son más que el recuerdo de bellas melodías y atormentados pensamientos que quisieron volar libres pero ni siquiera tuvieron la opción de poseer unas alas y acabaron arrastrandose por el fango del silencio. Nacieron, ahora masivamente ahora en pequeñas explosiones, en la cuna de mi alma, crecieron rapidamente y rapidamente murieron. Aunque solo unas elegidas por el don de la circunstancia y el capricho han tenido el honor de perdurar por siempre en algún rincón de mis pertenencias, a la espera de pequeños momentos de gloria, batallando entre lágrimas y sonrisas, mientras las observo con admiración, nostalgia o incluso desentendimiento.
Ya que mi boca está sellada por un fino hilo de vergüenza, inoportunidad y quebradizos aciertos solo rasgado bajo intensas dosis de exceso, utilizaré mis manos a modo de pico y pala de enterrador para dar un digno cobijo a todas aquellas que fueron y ahora serán. Yacerán en una pequeña necrópolis, ordenada y silenciosa, rodeada de flores mústias y sombras alargadas, juguetes rotos y risueños rostros en descoloridas fotografías, que visitaré más a menudo que otras sangres derramadas antaño y que mi corazón no olvida pensando que el recuerdo es siempre mejor que una presencia, mucho mejor que el compromiso. Todo ello será mi camposanto particular.
Así qué bienvenido, bienvenida a El Cementerio de las Palabras.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home